LA GUERRA EN AFGANISTÁN RESULTA LA MÁS LARGA Y COSTOSA DE EE.UU.

Tras 16 años de presencia en la zona, Washington empieza a ver como una molestia la guerra en Oriente Medio, a la que China podría poner fin.

Desde 2001, son tres los presidentes que han pasado por la Casa Blanca desde que comenzó la ocupación, todos ellos han tenido estrategias muy pobres para tratar con la inestabilidad del país. Bush quiso implementar un régimen afín mientras que Obama hizo un mal intento de escapar del trama. En cuanto al nuevo gobernante, en mandato desde enero de 2017, aún no se sabe la dirección definitiva que tomará, de momento Trump ha aprobado el envío de tropas adicionales a las ya presentes allí, aunque se ha mostrado cauteloso y ha sugerido que puede no ser necesario el envío de más soldados.

El argumento de Trump es que “Estados Unidos está haciéndolo bien con ISIS, ISIS está cayendo rápido”, pero la realidad es que los talibanes en Afganistán están recuperándose poco a poco mientras que todas las acciones estadounidenses parecen haber sido un sobreesfuerzo por un remedio temporal muy efímero y cuestionable. La mediática búsqueda y captura de Bin Laden ni siquiera logró terminar definitivamente con Al-Qaeda. El líder yihadista de origen saudí animaba a los fieles centrar sus sacrificios en blancos americanos como las embajadas –discurso similar al que emplea ISIS– y este es el mensaje que ha reiterado su hijo Hamza Bin Laden en una nota de voz hacia la organización que dirigía su padre y en la que se especula que posee ya un alto rango.

Un tablero dificil

Si nos centramos en sus circunstancias geográficas, económicas y culturales veremos cómo estas condicionan un tablero en el que el consenso y la estabilidad es modo de juego enrevesado. Para empezar es un estado sin salida al mar, la ausencia de costa lo hace depender de las rutas fluviales –sobre todo del río Amu Darya– y de las rutas terrestres. De los más de 650.000 kilómetros cuadrados que abarca su superficie, el 75% es de relieve montañoso. La cordillera del Hindu Kush atraviesa a Afganistán de derecha a izquierda dificultando el tránsito entre norte y sur, el principal paso que une a Kabul con el norte –el túnel de Salang– es un estrecho subterráneo de unos 3.300 metros de largo e infraestructura pobre.

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Entrada al tunel de Salang.

La demarcación afgana presenta además irregularidades territoriales como el Corredor del Wakhan, un apéndice que se prolonga en el noroeste hasta llegar a China. En total son cinco países los que delimitan con Afganistán: Turkmenistán, Uzbekistán, Tayikistán, Irán, la República Popular China y Pakistán. La larga contienda con este último y el apoyo Pakistaní a los extremistas islámicos son uno de los grandes factores que dificultan la estabilidad.

El clima árido dificulta la producción agrícola, y aunque se han detectado reductos de gas y petróleo, estos son de complicada extracción (sobre todo si le añadimos el asunto de la guerra). En este desierto de posibilidades, la economía afgana ha encontrado la hegemonía en la producción de sustancias como el opio y la heroína. Es precisamente la accesibilidad a este mercado negro lo que obstaculiza cada vez más el levantamiento de una economía sostenible, ya que empresarios y comerciantes como obreros prefieren trabajar por el dinero fácil que les ofrece la alternativa contrabandista.

En busca de un sistema político estable para una población compleja

Afganistán no conoce lo que es tener una democracia. Después de la caída del Imperio Otomano que lo contenía, ha sido invadida repetidas veces por los ingleses y por los soviéticos. Su régimen monárquico pastún –en control desde principios del siglo XX– se transformó en república con un golpe de estado, y desde entonces sus gobernantes han sido asesinados y sustituidos repetidamente. La fuerza cohesiva que pudiera ofrecer una identidad nacional afgana como tal se ve irremediablemente mermada en un país donde son más de 50 etnias distintas las que conviven dentro de su territorio. La presencia de estas etnias en el Oriente Medio se extiende más allá de las fronteras estatales.
“Uno no puede entrar donde uno no entiende, la democracia no se puede exportar porque es un concepto que forma parte de una cierta cultura”, comenta Carlos Puente, analista experto en geopolítica y economía, “el concepto árabe está más bien fundamentado en una serie de uniones tribales con unas ideas donde la propia religión es ya el derecho interno del país, por lo menos en muchos de ellos. Por lo tanto uno no puede ir a vender democracia como si fuera un producto de consumo, es un absurdo”.

Se considera que alrededor de la mitad de los habitantes de Afganistán son pastunes; el Pashtunistán se estira desde la cordillera del Hindu Kush hasta el río Indus en el contiguo estado de Pakistán y su lengua se denomina también pastún. Tanto el pastún como el dari –una lengua franca similar al persa– son lenguas oficiales del país.

Otmajor-ethnic-groupsros grupos étnicos importantes son los Tayikos –de lengua persa– que ocupan alrededor del 25% de la población, los Uzbekos, los Baluchi, y los Punjabi. Todos estos grupos son suníes, pero existe una minoría chií que supone más o menos el 20% del total y se compone esencialmente de los Hazaras. “Cuando se ha prendido fuego habrá que apagarlo de alguna manera, pero no se puede realimentar esta situación.

Por lo que hay que buscar una solución en el entendiendo el concepto propio de estos países, ellos mismos organicen su sistema interno, pero que no vengan los americanos o los europeos a imponerles una cultura política”.

China guarda una posible solución

A pesar de ser el centro de todos los focos, con 8.500 oficiales afincadas y a la espera del envío de 3.900 más, y de haber iniciado la guerra más larga – y más cara– de su historia, Estados Unidos todavía tiene pendiente el poner sobre la mesa una respuesta viable al problema de Afganistán. Ni siquiera siete meses después del nombramiento de Trump se nos ha presentado. Y es que mientras que los esfuerzos estadounidenses se centran en asuntos domésticos, son los chinos los guardan una posible solución a largo plazo con su proyecto One Belt, One Road.

El megalómano plan del presidente Xi Jinping impulsa una serie de inversiones en infraestructuras para recuperar un recorrido similar al que realizaba la antigua Ruta de la Seda que unía Europa con Asia. Pekín ha asignado 900.000 millones de dólares a estos fondos. Las inversiones del proyecto One Belt, One Road son anheladas tanto por Afganistán como por el resto de los países de la zona como Pakistán e Irán, la nueva ruta promete traer consigo un notable desarrollo económico, pero la presencia de organizaciones yihadistas dificulta los empeños de los chinos. Estos grupos han saboteado construcciones eléctricas y de carreteras cerca de la frontera pakistaní con Afganistán, y el pasado mes el Estado Islámico secuestró y asesinó, también en Pakistán, a dos profesores chinos. Islamabad ha prometió, en consecuencia, una asignación de 15.000 militares para proteger a los contratistas chinos – a cambio están, eso sí, los casi 60.000 millones de dólares que Pekín va a destinar a este país.

China desea – al igual que Estados Unidos – el final absoluto del movimiento talibán, pero al contrario que los americanos, su determinación reside en terminar con el feudo existente entre Afganistán y Pakistán, y entre los talibanes con el gobierno de Kabul. El propio presidente afgano Ashraf Ghani ha destacado que Afganistán debe lograr antes la paz con Pakistán que con los talibán, alegando que la primera facilita la segunda. China forma ya parte de una cuádruple alianza con EEUU, Afganistán y Pakistán que se fundó hace dos años con el objetivo de negociar con los talibanes (aunque hasta ahora ha sido poco fructífero), y está dispuesta a invertir también en redes anti-terroristas para poder estabilizar el territorio. La labor militar estadounidense sigue siendo importante en un contexto en el que China no puede enviar tropas ni inyectar los billones de dólares que los americanos gastan en el gobierno de Kabul y sus milicias, pero estos últimos deben de encontrar un mejor enfoque pronto.

Vinna Tak Chung

Redactora de OHRE



Categorías:Oriente Medio

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