La ofensiva de Estados Unidos provoca un deterioro notable de las relaciones bilaterales con Rusia, a pesar del deseo de acercamiento de Donald Trump
A finales de julio, las cámaras legislativas de Estados Unidos aprobaron la aplicación de un paquete de sanciones contra Rusia. Esto aporta un nuevo episodio dentro de la serie de confrontaciones de la administración Trump con el Congreso estadounidense, y dificulta el público deseo del magnate de mantener buenas relaciones con el Gobierno de Putin. Las injerencias en Ucrania y Siria, la anexión de Crimea y la supuesta implicación rusa en las elecciones presidenciales de 2016 de EE.UU. son algunos de los hechos por los que se justifica el paquete de sanciones. Como respuesta, el presidente ruso ha ordenado la expulsión de 750 funcionarios de la embajada estadounidense en suelo ruso para igualar a los 455 diplomáticos rusos que trabajaban en Estados Unidos.
Así comenzaba lo que en Moscú se denunció como una “guerra económica” iniciada por
Washington. Desde Alemania el vice canciller, Sigmar Gabriel, calificaba las sanciones como una imposición de intereses estadounidenses que no podían ser toleradas por la Unión Europea (UE). Y sin embargo, la UE ha terminado por subirse al carro sancionando a tres compañías rusas por el supuesto traslado de turbinas Siemens a Crimea, un gesto que se interpretó como partidismo hacia los americanos. El gobierno ruso advirtió que la UE debe revisar su estrategia sobre el establecimiento de sanciones, y consideró la decisión como “hostil e injustificada”.
Por su parte, el Ministerio de Exteriores chino se pronunció en contra de Estados Unidos a través de un comunicado en el que rechazaba las medidas por ser unilaterales y alegaba que “las discrepancias entre países deben solucionarse sobre la base del respeto mutuo y a través de un diálogo igualitario”. No obstante, Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea, informó el pasado 2 de agosto que la UE ha logrado que EE.UU. suavizase las penas impuestas contra Moscú. Si antes se exigía la aplicación de sanciones a las empresas europeas que colaboran con Rusia en la construcción de gasoductos, la nueva ley reserva el derecho de decidir al presidente.
Aunque el embajador ruso ante la Unión Europea, Vladímir Chizhov, confirmó que el logro de las modificaciones en el documento americano fue gracias a la iniciativa del bloque comunitario europeo, reconoció que este hecho debía de, finalmente, obligar a la UE a “analizar a qué conduce la aplicación irreflexiva de las sanciones como instrumento”.
La ofensiva de Washington han empeorado notablemente las relaciones bilaterales entre Rusia y Estados Unidos, calificadas como “las más difíciles desde la Guerra Fría” por el jefe de la OTAN, Jens Stoltenberg.
Vina Tak Chung
Redactora de OHRE
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