Con su cúspide perpetuamente nevada, el Monte Ararat se eleva a más de cinco mil metros de altura en la región turca de Agri, recordatorio omnipresente para los armenios de un símbolo nacional perdido.
El libro del Génesis menciona al Monte Ararat como el sitio al cual arribó el Arca de Noé tras un periplo de cuarenta días, salvando a la familia de Noé y a una pareja de cada especie del Diluvio universal. Este volcán a día de hoy inactivo supone un elemento común en las tres grandes religiones monoteístas, pues es mencionado tanto en la Biblia como en la Torá y en el Corán. Región limítrofe entre tres países, zona de contrabando de petróleo y núcleo turístico, este macizo es muchas cosas, pero, ante todo, constituye el símbolo emblemático del pueblo armenio.
Los armenios, apostólicos en su gran mayoría, se enorgullecen de proclamarse como la primera nación en abrazar el cristianismo de manera formal, concretamente a comienzos del siglo IV. De hecho, se cree que la etimología de Hayastan (el nombre del país en armenio) podría proceder de Hayk, tataranieto de Noé y patriarca legendario de los armenios. A pesar de este elemento distintivo, a lo largo de los siglos esta nación ha sido subsumida bajo numerosos y variopintos imperios: romano, bizantino, persa, mongol, otomano y, finalmente, soviético.
Siendo tal la idiosincrasia de Armenia, el Monte Ararat constituye el principal símbolo nacional de un pueblo que ha logrado forjar una fuerte identidad propia a través de las vicisitudes de la historia. Sin embargo, las fronteras de la geografía demostrarían, una vez más, la extensión de su impiedad. Tan cercano y a la vez que tan lejos de su alcance, Ararat se erige como vivo y perenne retrato de las turbulencias que han caracterizado las relaciones entre turcos y armenios. Actualmente estancadas debido al apoyo de Ankara a Bakú en el conflicto armenio-azerbaiyano por el control de Nagorno-Karabakh (apoyo que llevó a Turquía a cerrar sus fronteras con Armenia en 1993). El principal punto de fricción entre ambos pueblos es el genocidio armenio perpetrado -aunque no reconocido como tal- por Turquía durante la Primera Guerra Mundial. Y es que, en los albores del siglo XX, la influencia europea en el Imperio otomano llevó a las minorías religiosas a iniciar la búsqueda de su identidad territorial en forma de estado, llevando más allá la autonomía que proporcionaba el sistema otomano de los millet. Esto condujo a choques entre distintos grupos religiosos nacionales, siendo el caso paradigmático el de los armenios en Turquía a las puertas de la Gran Guerra.

El escudo de armas de Armenia retrata en su parte central al Monte Ararat con el Arca de Noé posada en su cúspide.
La pérdida de los territorios cristianos del Imperio otomano acrecentó la percepción de los armenios como amenaza para la unidad del Imperio, particularmente en Anatolia, convertida en el corazón de los pueblos turcohablantes y en la zona de su autodeterminación potencial. En 1915 los otomanos decidieron deportar a la actual Siria a los armenios de la Anatolia Oriental, sospechosos de cooperar con los enemigos rusos. Durante este proceso de deportación, que se extendió hasta 1917, murieron cientos de miles de armenios -aunque hay datos que elevan la cifra al millón y medio de víctimas- debido a las masacres y a las terribles condiciones que padecieron. Aunque las cifras oscilan, se cree que aproximadamente el 80 por ciento de los armenios que residían en el este de Anatolia perecieron en este capítulo de la Historia.
La Gran Guerra trajo consigo el ocaso del Imperio Otomano, desmembrado por el Tratado de Sèvres de 1920. Aunque por fin independiente, al recién creado Estado armenio le fue arrebatado el emblema sagrado de su pueblo; el Monte Ararat permanecería bajo soberanía turca en la nueva distribución de fronteras. Esta independencia sería tan agridulce como breve, pues el Tratado de Lausania -que vino a sustituir al de Sèvres debido a la reticencia turca a aceptarlo- volvió a dividir Armenia, ahora repartida entre Turquía y la URSS. Y hasta la disolución de la URSS en 1991 la Armenia Oriental no recuperaría suindependencia.
El monte, sin embargo, continúa a día de hoy fuera de su alcance.
Teresa Romero
Redactora de OHRE
Categorías:Otros países