FRANCO Y EL ORO DE MOSCÚ

Tras el fin de la Guerra Civil Española, el 1 de abril de 1939, comenzó a propagarse por el seno de la sociedad uno de los grandes mitos de la posguerra, el referente a las reservas de oro del Banco de España.

Cuando nació el régimen franquista, la crisis global -especialmente económica- en el estado español era dramática. Sin embargo, para Franco y sus ministros, la economía republicana era desastrosa y, sus intentos finales de socializar las tierras agrarias y las fábricas, serían el culmen de su fracaso. Lo que los franquistas realmente no señalaban eran las terribles consecuencias que la gestión de Alfonso XIII durante la crisis del 29 habían traído a la economía estatal. Los últimos años de la monarquía no habían supuesto ningún avance en materia económica ni habían solucionado el eterno problema de la tierra española. Es más, habían colapsado su comercio cuando habían tenido la oportunidad perfecta para el boom económico: la neutralidad en la I Guerra Mundial permitía comerciar con unos y otros mientras estos se enfrentaban.
Una vez en el poder, el gobierno franquista encontró la excusa perfecta contra el régimen republicano: las reservas de oro del estado estaban agotadas. Los ministros y el propio Franco diseñaron desde ese mismo momento una triple estrategia encaminada a recuperar el oro, culpar y justificar su intervención con la gestión económica y tomar partido en la naciente Guerra Fría enfrentándose a la URSS. Se comenzaron a popularizar las proclamas de “nos han robado los rusos” o “la República nos ha quitado nuestro oro”.
El gobierno republicano había tomado la decisión, en septiembre de 1936, de trasladar sus reservas de oro lejos de la capital ante la cercanía del ejército golpista, a apenas un centenar de kilómetros de Madrid. Los nombres propios de estos movimientos son dos: Largo Caballero como Presidente y Juan Negrín como ministro de Hacienda y posterior presidente. En primer lugar, el gobierno mandó las reservas de oro a Cartagena, pero su utilidad en el puerto no era la más adecuada. Finalmente, Negrín decidirá enviar la totalidad del oro republicano (640 toneladas) a Moscú, con el fin de sufragar los gastos de la República. Con ese oro se contribuyó a la compra del armamento, munición, víveres o medicinas que empleó el gobierno republicano en su defensa.

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De Izquierda a derecha Negrin, Azaña, Indalecio Prieto (con boina) el General Miaja y Valentín González,.

El gobierno republicano recurrió a esta medida forzado por su enemigo. Los golpistas  recibían financiación directa de Berlín y Roma, aliados ideológicos del franquismo, mientras que la II República no recibía ningún tipo de ayuda internacional. La Unión Soviética, al contrario de las democracias europeas (Reino Unido y Francia) que abandonaron a su suerte a la República, proveyó de víveres y armamento al gobierno legítimo de Negrín, con la contraprestación del oro del Banco de España. En este sentido, el franquismo  se amparó en el conocido como Oro de Moscú para atacar a sus enemigos republicanos, al tiempo que se escudaba en esta falta de divisas para esconder su ineficacia a la hora de salvar la economía española. El franquismo personificó el envío de oro en Juan Negrín, a quien culpó de haber entregado todas las reservas de oro como un regalo a Moscú. En la línea de esta tesis, el gobierno franquista intentó recuperar el oro a toda costa esgrimiendo la idea de que, como había sido un regalo, podía ser devuelto.

El oro que la república envió a Moscú fue gastado en su totalidad. Así lo ha asegurado el historiador Ángel Viñas tras el estudio de los documentos del Kremlin, así como los propios documentos personales de Juan Negrín. Cabe destacar que la gran ofensiva franquista en la ofensiva del Oro de Moscú coincidió temporalmente con los Pactos de Madrid de 1953 entre Franco y el gobierno estadounidense encabezado por Eisenhower. La nueva colaboración entre fascistas y capitalistas incluía, en su fondo, que España sería el nuevo freno europeo al comunismo. En esta línea, el gobierno español tenía que atacar a su homónimo moscovita para debilitar sus líneas, en este caso, atacar a su economía. Pero lo que no habían calculado bien los políticos franquistas, especialmente la dupla del Ministro de Hacienda Navarro Rubio y el Vicepresidente Carrero Blanco, era la coyuntura internacional del momento. España había ingresado en 1955 en las Naciones Unidas, donde la URSS era miembro fundador. Cuando España ingresó, renunció a la arbitrariedad internacional del Tribunal de La Haya, por lo que no podía recurrir a este estamento para recuperar el oro. El gobierno de Madrid no podía reclamar de ninguna forma legal la devolución de las reservas de oro.
Con el paso de los años, la cuestión del Oro de Moscú pasó a un segundo plano en el contexto económico español, especialmente tras las ayudas económicas de Estados Unidos a partir de la década de los sesenta. Sin embargo, con la llegada de la transición hacia la democracia, surgieron varios historiadores que pusieron en duda el relato franquista sobre el paradero de las reservas de oro de la República. Con los estudios de expertos sobre la Guerra Civil como Viñas, Hughes o Tuñón de Lara, se ha puesto luz sobre la sombra y se ha demostrado que nadie robó el oro del Banco de España, sino que se utilizó legítimamente para la defensa de la República y fue un pago justo y equilibrado entre dos estados legítimos.

 

Marcelo Brage

Redactor de OHRE



Categorías:CULTURA Y SOCIEDAD

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