Durante estas semanas ha vuelto la tensión cíclica entre Corea del Norte y Estados Unidos, estas tensiones se repiten varias veces a lo largo del año. Pero, ¿por qué nunca ocurre nada?
Las tensiones en el tablero internacional a los dos lados del Pacífico se incrementan de forma mediática, pero a la hora de la verdad no existe una respuesta real más allá de las muestras de fuerza de Corea del Norte y las salidas de tono del twitero por excelencia de la Casa Blanca. La razón es que a ninguno de los actores les interesa una guerra.
Por qué Estados Unidos no va a comenzar una guerra con Corea del Norte se explica casi en su totalidad desde el punto de vista puramente económico. Debido a su política de guerra continua sus fondos federales no pueden sostener futuros conflictos, ni siquiera los que mantiene abiertos en la actualidad. Los gastos que generan sus guerras corresponde al 3,5 por ciento de su PIB, o lo que es igual a más de medio millón de millones de dólares por año. Más allá de la cuestión presupuestaria, en el ámbito geográfico, a los americanos no les interesa compartir frontera con sus dos mayores rivales, Rusia y China ya que esto aumentaría la tensión militar entre ambos. Y aun así, Estado Unidos sigue implantando bases militares tanto en Corea del Sur como Japón. Sin embargo, tras el fracaso de la guerra de Siria, la de Afganistán, los conflictos raciales, y las consecuencias de los ciclones y temporales que han destruido sus infraestructuras, Estados Unidos necesita de un enemigo que haga olvidar estos fracasos y cambie la preocupación de su población.
Por otro lado, tampoco a Rusia le interesa que desaparezca Corea del norte como Estado debido a su capacidad de bloquear la influencia americana en la región y evitar la militarización de la zona con la nueva tecnología Thaad. En este sentido, China comparte con su vecino euroasiático la preocupación por el asentamiento de una zona militar de influencia americana en sus fronteras y su respuesta sería la de intervenir la península «generando una tensión insostenible entre la potencia del siglo XX y la nueva potencia del siglo XXI», tal como indica el periódico ligado al sector nacionalista chino, The Global. Una guerra supondría para China cambiar sus objetivos económicos centrados en la actualidad -según su plan quinquenal- en mejorar sus infraestructuras, aumentar la producción de sus centrales nucleares y mejorar el sector servicios. Corea del Sur, por su parte, quedaría arrasada en caso de un conflicto bélico y con Pyongyang y Seúl reducidas a cenizas supondría para la nación del sur -una de las más fuertes económicamente de la zona- perder todo su potencial para hacerse cargo de la unificación como ocurrió, en su momento, con la RDA. Al igual que con Corea del Sur, las islas niponas se verían afectadas acabando con buena parte de su población y con su potencial económico.
Y a pesar de lo que pueda parecer, Corea del Norte no busca el conflicto armado, sabe que Estados Unidos tiene mayor capacidad armamentística y que quedaría arrasada en cuestión de poco tiempo. Su objetivo por tanto es mantenerse como nación y recurre a la fabricación de armamento nuclear para mantener su independencia a manera de seguro ante cualquier tipo de invasión. De ahí sus continuas amenazas en las cuales sus misiles son capaces de hacer de Seúl «un mar en llamas», como indica la prensa del KCNA. Jean Lee, miembro del Centro Internacional para Académicos Woodrow Wilson, añade al respecto que Pyongyang «no quiere una guerra, pero sí quiere la tensión que se genera para justificar su régimen político». Y en esta línea, el profesor Andrei Lankov en Seúl afirma que, a Corea «lo que le interesa es confirmarse como potencia nuclear y obligar así a Estados Unidos a mantener negociaciones».
Por tanto, ninguna de las naciones tiene intención de generar un conflicto, todas tienen intereses en la zona, pero estos intereses actualmente chocan y por eso mantienen un tira y afloja que parece el juego del ratón y el gato, sin tener muy claro quién corre detrás del otro. Si uno de los actores principales, Corea del Norte o Estados Unidos, decidiese lanzar un ataque, el resto de actores en la zona respondería de inmediato. China y Rusia entrarían en la península a favor de Corea del Norte produciendo un conflicto directo entre chinos y americanos. Por su parte Corea del Sur y Japón al estar bajo el control militar americano entrarían en la disputa de la península. Eso sin mencionar la radiación que se generaría en la zona, afectando a más de cinco países, debido a los bombardeos.
Ningún país quiere que Corea del Norte desparezca. Incluso en sus crisis internas y en sus hambrunas no ha habido un movimiento de insurrección provocada por el exterior, sino que, sorprendentemente, el primero en prestar ayuda internacional a Pyongyang ha sido Estados Unidos. Y es que desde la creación de Corea del Norte como Estado a finales de la Segunda Guerra Mundial, este pequeño pedazo de tierra ha servido de tapón para evitar enfrentamientos entre las potencias de la zona y tapar fracasos y verguenzas de otros del otro lado del océano.
@De la Bella
Joaquín Bravo
Redacción de OHRE
Categorías:Asia Oriental, GEOPOLÍTICA