LA HISTORIA DEL SIGLO XXI ES TESTIGO DE LA PÉRDIDA DE HEGEMONÍA DE EEUU

En la actualidad, «la diplomacia está muy ligada a los medios de comunicación», debido a la necesidad del ser humano de informarse a través de ellos tal como decía el ex-ministro Margallo hace meses en una charla en la Escuela Diplomática. Es evidente a estas alturas que la opinión de los ciudadanos está influida por la información reflejada en sus medios de comunicación y, mucho más, en las redes sociales. En Europa vivimos en el mundo mediático de corte occidental, con una información rumiada por los centros de poder que controlan nuestros países no soberanos. Esta es la razón de que muchas veces no lleguen noticias de lo que sucede en otras partes del globo. Por ejemplo, la creación de la Organización de Cooperación de Shanghái se ha producido lejos del sistema mediático occidental y por lo tanto fuera de la concepción global de los ciudadanos.

Desde que el Irak de Saddam Hussein invadiera Kuwait en 1990 asistimos en nuestro sistema mediático, y en todo el mundo,  a la creación de un Nuevo Orden Mundial, o por lo menos a un intento de nuevo orden. El 11 de septiembre de ese mismo año el entonces presidente de los Estados Unidos, George Bush, pronunció un discurso en el que anunciaba las nuevas pautas a seguir en la comunidad internacional. Bush proclamó que «el mundo era peligroso y que era necesario hacer cumplir el Derecho Internacional». Con esta justificación proclamó el presidente a los Estados Unidos como sheriff del mundo, de un mundo unipolar, de un mundo donde este país americano no tenía competidor. Literalmente proclamó Bush la llegada de un Nuevo Orden Mundial. Desde ese mismo año, pudimos ver cómo, ciertamente, este país ha venido actuando política y militarmente de una manera impune en cualquier disputa que pudiese surgir a lo largo y ancho del planeta. Por supuesto la actuación no era neutra; respondía a intereses económicos y geopolíticos que beneficiasen a las diferentes familias que detentan el poder en los Estados Unidos. Habíamos entrado en un mundo donde sólo existía un poder hegemónico, el poder hegemónico de los EEUU.

Por otra parte, fue la caída de la Unión Soviética y la rorganización de Eurasia lo que realmente brindó una oportunidad a los EEUU y sus países satélites en intentar sacar tajada de la situación. Las repúblicas surgidas en la parte occidental comenzaron una etapa de radicalización nacionalista y rechazo substancial a todo lo que significase Rusia. De hecho, empezaron su andadura internacional pidiendo entrar en estructuras supranacionales alineadas con el antiguo enemigo de Rusia, alineadas con los EEUU. Pidieron su entrada en estructuras como la OTAN primero o la Unión Europea después. El politólogo polaco, asentado en EEUU, Zbigniew Brzezinski anunció en 1997 lo que los políticos americanos tenían claro ya hacía años; Eurasia iba a ser el campo de juego del planeta, dividir Rusia era un objetivo primordial para que EEUU pudiesen obtener su poder hegemónico mundial. El guión ya estaba escrito, sólo quedaba escenificarlo. El germen de un Nuevo Orden Mundial alternativo se había creado

Pero en la zona de Asia central la situación era diferente, las repúblicas surgidas no conseguían formar sus fronteras entre ellas y no podían negociar cada una individualmente con sus vecinos, con China y con Rusia. La tensión era palpable y la acumulación de fuerzas militares en las fronteras no auspiciaba nada positivo. Afortunadamente en 1996 China, Kazajistán, Kirguistán, Rusia y Tayikistán habían firmado un acuerdo para evitar enfrentamientos en la frontera conjunta.  A partir de este momento el sistema mediático occidental dejó de lado las informaciones relacionadas con esta nueva alternativa política.

La radicalización de las ex repúblicas soviéticas se cristalizó a principios del siglo XXI en un giro de sus sociedades a la esfera occidental; se nos vendió en nuestro televisor como “revoluciones de colores” (promovidas por George Soros); la escenificación ya estaba en marcha. Estas aparentes revoluciones se basaban en la supuesta contraposición de la opinión y la voluntad del pueblo con la acción del gobierno. Usaban estos “revolucionarios”, de cara a los medios, la acción directa no violenta. Por supuesto, de ahí el nombre, cada revolución se identificaba con un color. Este tipo de protestas se suelen relacionar con teorizaciones de la obra de Gene Sharp, conocido intelectual anticomunista estadounidense. Mostraron nuestras pantallas que las sociedades de las ex repúblicas deseaban tener un modo de vida occidental, alejado de la esfera rusa, y que los malvados remanentes del sistema soviético eran la barrera que las poblaciones tenían que traspasar para tener una colorida felicidad. Rusia volvía a jugar el papel de villano en los medios occidentales. Con esta colorida situación en las fronteras europeas con Rusia, se llenaron estas líneas divisorias de bases militares de la OTAN que perduran a día de hoy. También se llenó de países nuevos con legislaciones hostiles hacia su población de origen ruso, donde se convirtió en apátridas a millones de personas por el mero hecho de ser rusófonos. Una vez vista la situación en las fronteras de Europa era obvio que la salida geopolítica lógica para Rusia era hacia oriente, era activar relaciones con China; los acuerdos firmados para calmar los ánimos en las fronteras de Asia central tenían que expandirse a más campos.

En el 11 de septiembre del 2001 había entrado otro actor en juego; el terrorismo islámico. Los Estados Unidos tenían ya una nueva justificación para actuar unilateralmente en todo el globo, el terrorismo islámico iba a ser su As en la manga para culminar con su plan de hegemonía unilateral. Es información púbica la relación de EEUU con la financiación y la cobertura logística de estos grupos terroristas. Estos grupos se crean desde el extranjero para desestabilizar un país y así esta fuerza extranjera financiadora justifica su acción militar en el territorio de la víctima. Nada nuevo bajo el sol. Así, paulatinamente, se vio cómo la zona de Asia central comenzaba “casualmente” a caldearse en este sentido como antes lo habían hecho las fronteras de Europa con las revoluciones de colores. Era necesario realizar alguna acción,  así que esta crisis fue una gran oportunidad para acercar más a Rusia y China; también estos dos países debían luchar contra el terrorismo.

Se empezó a desarrollar en Rusia y en China la idea de un mundo multipolar, y estos dos países empezaron a reforzar su posición en organismos internacionales como la ONU, más tarde en el Rusia también en el G8, hasta su exclusión en el 2014. De una manera incompresible los medios mostraban cómo una Rusia, que la habíamos visto desmoronarse en todos los sentidos, seguía ocupando un sillón permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU, junto con China. No quisieron mostrarn los medios occidentales que el eje atlántico norte se podía sustituir por una coalición de países de Eurasia, y que la OTAN y la política estadounidense de sheriff mundial habían provocado el abrazo del oso y el dragón.

Seguían los estadounidenses y su coalición de satélites aglutinados en la OTAN ejerciendo globalmente una hegemonía que no poseían en términos reales. Mientras se empeñaban en ello hemos visto a la diplomacia estadounidense y a los soldados de la OTAN involucrados en los más turbios asuntos, pero no hemos visto como mientras tanto se formaba un eje internacional alternativo. Desde que los conocidos como Los Cinco de Shanghái (esto es los actores firmantes del primer acuerdo de 1996) junto a los nuevos miembros firmasen su acuerdo de cooperación, han fortalecido e incrementado los flujos de cooperación entre ellos. Esta alternativa a la hegemonía estadounidense tiene como estados observadores a Afganistán, Bielorrusia, Irán y Mongolia, siendo Bielorrusia la única ex república soviética de Europa. Son Estados asociados Azerbaiyán, Armenia, Camboya, Nepal, Turquía y Sri Lanka. La incorporación de India y Pakistán se inició en el 2015 y se culmino en enero del 2016. Todos los países agrupados incluyen más del 60% del territorio de Eurasia, el 45% de la población mundial, y más del 19% del PIB mundial. En breve serán miembros de pleno derecho Irán y Siria. De hecho, la intervención de Rusia en Siria ha sido determinante para frenan las ansias hegemónicas de los EEUU a través grupos mercenarios disfrazados de “oposición moderada”. Y Rusia ha llamado a los miembros de la OCS a involucrase en la lucha contra el terrorismo.

Las peores pesadillas de Brzezinski se han hecho realidad. Antes de su fallecimiento este intelectual anti-ruso tuvo que plantear literalmente un “realineamiento global”, y es la unión de Rusia y China  la razón principal por la que Brzezinski no considerase a los EEUU la única potencia que puede llegar a gobernar el mundo. Consideraba también este politólogo que el poder del dólar está amenazado por la creación de los BRICS. Ni militarmente ni económicamente pueden los Estados Unidos sentirse seguros como potencia hegemónica.

Aunque no lo muestren los medios occidentales, un Nuevo Orden Mundial está tomando forma.

Nuño Rodríguez

Colaborador



Categorías:GEOPOLÍTICA

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